martes, 6 de abril de 2010

Seguir un buzón


Hay días y días. También hay días… Hoy, por ejemplo, es un día. (En realidad, aunque parezca increíble, siempre es un día, pero eso es otro tema).

Últimamente tengo que salir de Andorra de vez en cuando para hacer cuatro cosas que bien podría hacer en mi nombre cualquier persona sensata a la que yo otorgara poderes, pero no, sigo sin mayordomo y sin secretaria personal. ¡Bah! Quiero contar, orgullosa, un par de tonterías. La primera: que un policía local me ha increpado esta tarde –con más razón que un santo- por bloquear el carril de una calle de doble sentido y –con razón yo también, sentada en el asiento del conductor- le he soltado, a gritos, que “no puedo mover el coche si no tengo las llaves; mi padre se las ha llevado y me ha dejado aquí encerrada como a un perro”. Jamás pensé que era tan fácil llegar al corazón de un municipal. El agente se ha ido conforme sin decir ni pío. Es para flipar, sí. (A ver si el cambio climático, Dios y la llegada del hombre a la Luna van a ser verdad). En cualquier caso, desde aquí invito a los cuatro gatos que leen estas líneas a bloquear carriles y putear al municipal que se le acerque. He comprobado que no pasa nada. La segunda tontería supera la anterior: me han publicado un libro de poemas. (Oh, ah, diría Martin Wittford. Love you, añado yo). En fin, desde aquí mando un mensaje a mi madre para que le regale el librito a mis tías y tíos, que son la tira: prometo leerte a Pío Moa en voz alta mil veces más, chiquita mía, y quejarnos juntas, indignarnos, escribir cartas al director de El País, ¡lo que quieras!

Esto… Ya sabemos que a mí sólo me conocen en mi casa a la hora de comer, es evidente, pero es posible que algún curioso quiera saber qué más cosas hago además de vivir en Andorra y desvariar: “Seguir un buzón”, Editorial Renacimiento.





¡Ah! Recientes e innegables influencias maternas en mis lecturas han hecho de mí una cafre que no tolera comentarios en el blog, ni buenos ni malos. Siempre hay consuelo: tengamos presente que Nati Abascal nos quiere a todos –a mí me hace la vida más llevadera, la verdad-. Nati y los antidepresivos de nueva generación, confieso.

Se acabó el rollo.

Ojos, lentillas, sueño.

Virginia