Otra vez Julián. Hoy llueve, así que me imagino que la carpeta que atesora sentencias desfavorables - hoy sumamos una nueva- se ha acartonado un poco más si cabe. Qué tristeza. Este hombre se ha reinventado magistralmente, ha pasado de ser un personaje grotesco de Torrente a un gran perdedor de cualquier película de Kaurismaki. El mismo anorak rojo y sus “nubes pasajeras” que no acaban de pasar. Me imagino un futuro mejor para este jirón de hombre, dándole los apellidos a Paquirrín y Chavelita y disfrutando de un modesto apartamento de dos llaves decorado con muebles provenzales y gran abanico-cabecero en Torrox-Costa. Le vamos a ofrecer, qué ironía, “Juegos de Construcción”, de Javier Lorenzo Candel, II Premio Fray Luis de León, (colección Visor de poesía).
Detrás de lo geométrico
de la ciudad de Froebel,
con casas como bloques precintados,
no hay más que una conciencia de lo perecedero,
un efímero espacio
donde el hombre que se sabe imperfecto,
limitado, irreversiblemente
convencional, consciente
ante el juicio final más allá de la muerte,
diseña arquitecturas, cimientos modulares
donde la fe no existe.
Las ciudades,
la idea de ciudad que barajaba Froebel,
han dejado de ser rituales ofrendas
de un hombre que tributa por su culpa
para trazar sobre la tierra firme
los cimientos de un nuevo territorio,
los nuevos escenarios de su supervivencia.
Las ciudades de Froebel
son instantáneas formas para buscar refugio,
una era de plomo donde el hombre revoca
la estrategia fatal de su intemperie.