lunes, 5 de octubre de 2009

Delirio climático.

Nada mejor que despertar con un buen titular que nos deje atados de pies y manos a merced de un gran desastre natural más o menos inminente: El cambio climático golpea de lleno a Málaga. Pero, antes de seguir, me quito el sobrero -o la pinza del pelo, para no mentir- ante el redactor de esta fabulosa frase apocalíptica de ocho palabras. Inspira temor a cualquier vecino, desde El Palo a Puerta Blanca, pasando por Ciudad Jardín y La Victoria. Creativos de la ciudad: creo que esto da para un corto. Sin bromas, hablaré con mi hermano por si se anima. Seguro que hay subvenciones, niño.

Todo el mundo sabe que aquí estamos acostumbrados a males más domésticos: la mítica ola del melillero, que cada invierno el temporal se coma esos cuatro palmos de arena en polvo que forman las playas de la ciudad, la semana de feria o, como mucho, que de vez en cuando detengan a la plana mayor de alguna que otra corporación municipal de la costa por asuntos urbanísticos sin importancia. Pequeñas cosas. Ya era hora; por fin -qué potra- el Apocalipsis con butaca de primera fila.




Tu papel es importante, o el vidrio con el vidrio, 2009





Es una gran suerte


Es una gran suerte
no saber con exactitud
en qué mundo vivimos.

Saberlo exigiría
existir mucho tiempo,
mucho más
de lo que él dura.

Conocer otros mundos
siquiera para compararlos.

Elevarse por encima del cuerpo,
maestro indiscutible
en establecer límites
y presentar dificultades.

Por el bien de la ciencia,
por la claridad de la imagen
y de las conclusiones definitivas,
alzarse por encima del tiempo
en cuyo seno todo fluye y gira.

Desde esta perspectiva
adiós para siempre,
detalles y anécdotas.

Contar los días de la semana
debería parecer
una actividad sin sentido,

echar una carta al buzón,
una travesura de adolescentes,

el letrero “No pisar el césped”
una advertencia delirante.

Wislawa Szymborska, Fin y principio.
Ed. Lumen.