sábado, 3 de octubre de 2009

Desayuno

Posibilidades, 2009

Soy mágica. He logrado que mi marido atraviese la puerta del dormitorio cada mañana convencido de que se encuentra en el Café Central. Todos los días, a eso de las nueve, llaman a la puerta un jubilado, un matrimonio joven y una estudiante de psicología. Toman asiento en mi salón, comienzan a desayunar, a leer el periódico y a comentar el “españoles por el mundo” del día anterior. Yo pongo la tele sin volumen, para crear el ambiente perfecto. Cuando el bullicio es ya el adecuado, entro en el dormitorio y lo despierto abriendo un poco la ventana. A los cinco minutos sale del cuarto arrastrando los pies y saluda a los presentes con desgana. Le tengo dicho que sea más educado, que estos cuatro pobres vienen a diario con una puntualidad inglesa y que bordan siempre sus papeles. “No es justo dedicarles un ‘ehnosdías’ mientras te desperezas como un mono”, le digo. Él asiente con la cabeza, se ríe y me pide que adivine qué va a desayunar. “Mitad doble y pan con aceite”, digo. Siempre acierto.