martes, 26 de mayo de 2009

El año del buey


2009 ha sido declarado por la ONU ‘año de la astronomía’. No sé cómo se acuerdan los años monotemáticos. Me imagino que habrá un bombo gigantesco que contiene todos los temas que son susceptibles de reinar un año y que éste es movido por un motor que funciona tirando de energía nuclear. Después de muchas vueltas el bombo se para y sale una bola diminuta –clonck- que va a parar a manos de un señor trajeado que por fin dice a la humanidad qué es lo que se celebrará en todos los lugares del mundo durante los próximos trescientos sesenta y cinco días. Las caras serán de satisfacción cuando salga algo sencillo como ‘matemáticas’ o ‘planeta tierra’ y de circunstancias –‘¿quién ha metido esto?’- cuando salga ‘heliofísica’ o ‘fibras naturales’. Pero volviendo a la astronomía, que es lo que me tiene realmente fascinada, me pregunto cómo es posible que al leer la página diaria que El País dedica a la astronomía encuentre cierta paz espiritual similar a la que podía encontrar en misa de ocho, mil años ha. Los textos son absolutamente místicos, invitan al recogimiento interior y exigen férrea fe por parte de los lectores. Leo ‘Marte era húmedo y frío’ y lo creo a pie juntillas, tal y como podía creer a mi catequista cuando nos leía un fragmento del Antiguo Testamento. Ojeo el reportaje sobre el asteroide Apofis titulado ‘La amenaza viene del espacio’ y es volver a sentir ese familiar temor apocalíptico. Me sumerjo en ‘Grandes nombres de la astronomía. Conozca las vidas de los científicos que transformaron la visión del mundo’ y encuentro que no es más que la remasterización de ‘Vidas ejemplares’. Quien no tiene una vida metafísica es porque no quiere.


Este cúmulo, compuesto por unas 500 estrellas, está situado a unos 450 años luz de la Tierra y tiene un diámetro de unos 12 años luz. No lo discuto.




Ida Vitale, estelar.



Tortuga



…and ligthed
the little O, the earth…
W. Shakespeare



La velocísima tortuga ya puesta en órbita
se inclina –cómo dudarlo-
a desdeñar el lento mundo,
mota dormida en su rutina,
que allá en el suelo de la noche
gira en su calma,
como si fuese dable olvidar
que en las lagunas del alto cielo,
yo,
la tortuga,
reino sola.

Ida Vitale

(De Léxico de afinidades)